Seguramente, todos habrán oído hablar de la "fuerza blanda". Durante ya cerca de 30 años esta expresión está siendo usada en la vida cotidiana para la evaluación de los países desde el punto de vista de su atractivo externo. Atractivo sin presión externa, ésta es la esencia del concepto formulado por el politólogo estadounidense Joseph Nye. En el mundo existen incluso varios
rankings de la "fuerza blanda" que se usan para evaluar las potencialidades de los países desde el punto de vista de la proyección de su "fuerza blanda". Los países compiten, para ver la "fuerza blanda" de qué país resulta ser más eficaz.
Sin embargo, en los últimos años la "fuerza blanda" claramente está perdiendo sus posiciones. La situación en el mundo está cambiando de una manera vertiginosa, provocando las tensiones entre los países más grandes y más poderosos del mundo la reestructuración de todo el sistema de las relaciones internacionales y, como consecuencia de dicho proceso, se renuncia a la "fuerza blanda" a favor de la "fuerza dura". Además de estos dos fenómenos, en EEUU en los últimos 5 años se fue desarrollando la noción del "poder agudo". Y no es casual.
La expresión el "poder agudo" fue inventado por los expertos estadounidenses Christopher Walker y Jessica Ludwig de la Fundación Nacional para la Democracia que en noviembre de 2017 publicaron en la revista Foreign Affairs un artículo metodológico, exponiendo la esencia del concepto en cuestión. La expresión el "poder agudo" fue introducido para contraponer el concepto estadounidense de la "fuerza blanda" (soft power) a las actividades desplegadas por Rusia, China y demás regímenes autoritarios, en opinión de los estadounidenses, en la arena internacional a la hora de promover la imagen de su país. Abreviando, los autores propusieron llamar la "fuerza blanda" (soft power) todo lo que hacía en la diplomacia pública EEUU, mientras que las actividades de Moscú y Pekín habían de catalogarse como propaganda nociva e influencia informativa. Y aunque el autor de la expresión la "fuerza blanda", patriarca de la politología estadounidense, Joseph Nye, vio dicho concepto con ojos críticos y publicó varios artículos en los que mostró su desacuerdo con la nueva expresión, la expresión el "poder agudo" empezó a utilizarse por los estadounidenses principalmente en el marco del enfrentamiento ideológico con Moscú y Pekín.
El concepto del "poder agudo" hecho público a finales de 2017 arraigó con fuerza en los círculos políticos de Washington. En los últimos 5 años, las élites políticas estadounidenses se tiraron de lleno en la rusofobia y antipatía hacia China. La necesidad de "defenderse de Rusia y China" se expone en la mayoría de los documentos doctrinales relativos a la política exterior estadounidense, incluidos los documentos relacionados con la diplomacia pública. Uno de los objetivos clave de la diplomacia pública estadounidense en Europa y Asia es la defensa de la influencia nociva de Rusia y de la influencia económica y la propaganda chinas, así como la lucha contra la desinformación por parte de Pekín y Moscú. Cualquier programa en la esfera de la diplomacia pública lanzado por Moscú y Pekín es catalogado como influencia enemiga, mientras que los ciudadanos de dichos países que llevaban años trabajando en la esfera de la diplomacia social, vertebrando el diálogo entre las sociedades civiles de sendos países, son sometidos a persecución política y a persecución penal por el FBI. Nuestra organización no ha sido una excepción: en julio de 2022 la ONG fue
incluida en la lista de sanciones de EEUU (SDN List) por "promover los intereses del Gobierno ruso" y poner en práctica el proyecto Meeting Russia. Meeting Russia es un programa ruso en la esfera de la diplomacia pública para jóvenes líderes procedentes de la UE y EEUU. Durante los 5 años de su existencia participaron en el programa de parte de EEUU 30 ciudadanos estadounidenses, como máximo. Algunos tomaron parte en el mismo on-line. MR fue casi el único programa ruso de la diplomacia pública enfocado a los jóvenes estadounidenses. Por otra parte, su envergadura, al igual que la de toda la diplomacia pública rusa, no tiene ni punto de comparación con los índices ofrecidos por la diplomacia pública de EEUU.
Anualmente el sistema de la diplomacia pública estadounidense invierte cientos de millones de dólares en sus programas y proyectos. El presupuesto total destinado a la diplomacia pública equivalió en 2021 a unos 2.100 millones de dólares y esta cifra va en aumento. Tan sólo en los intercambios educativos y culturales EEUU gastó en 2021 unos 740 millones de dólares. Se llevaron a cabo más de 90 programas de intercambio, en los que participaron casi 55.000 jóvenes líderes políticos y económicos
(The 2022 Comprehensive Annual Report on Public Diplomacy and International Broadcasting. P.11.) Al parecer, las cifras de 30 personas y de 55.000 personas son incomparables. Sin embargo, en caso de Rusia no es cuestión de cifras: es que no se les puede permitir a Rusia ni a sus estructuras sociales vertebrar las relaciones con la sociedad civil estadounidense, puesto que es una actividad catalogada como "influencia nociva" y desinformación, es decir, el mencionado ya "poder agudo".
EEUU vela con severidad por su diplomacia pública, siguiendo el principio de Quod licet Iovi, non licet bovi. (Lo que es lícito para Júpiter, no es lícito para el toro). Profesando el principio de su propia infalibilidad, el Gobierno estadounidense tiene una fe incuestionable en su "fuerza blanda", achacando a la "fuerza blanda" de sus rivales todos los males habidos y por haber y comparándola con el filo de una navaja dirigida contra la sociedad estadounidense. Padecen las mismas fobias y miedos los países de la Unión Europea. Es por ello, porque son cerradas las representaciones de organizaciones rusas, expulsados los diplomáticos rusos, perseguidos los periodistas rusos. Sin embargo, muy a menudo la política de la demonización del rival, sobre todo, en caso de Rusia, tiene el efecto adverso. Cada vez mayor número de países que no forman parte del Occidente colectivo desean cooperar con Moscú, recurriendo a los canales de la diplomacia pública. Merece la pena recordar en este sentido que, denigrando al rival, uno estropea su reputación. Este principio también es aplicable a los países.